Café y fantasías
"La tierra llamando a Gaby, cambio." dijo mi amiga con una voz entre
recriminadora y divertida, un poco apagada por el tintineo de las cucharas
y el zumbido de la máquina de café espresso. Me sobresalté, mis ojos
volvieron a la cara de amiga desde la ventana por la que había estado
mirando. Y es que cada vez que dejo a mi mente divagar sin control me pasa
lo mismo.
"Perdóname amiga, cuéntame, soy todo oídos para ti." le dije, tratando de hacerme la interesante.
Mi amiga puso los ojos en blanco. "Justo te estaba diciendo que siempre te la pasas en otra galaxia, perdida en tus pensamientos por estos días. Cuéntame ¿Qué está pasando por esa cabecita loquita tuya?" Tomó un sorbo de su café, mirándome con ojos inquisidores por encima del borde de su taza.
Yo trataba de zafarme de la situación. "Nada amiga, ya sabes como soy." respondí, con un ligero rubor subiendo por mi cuello. La verdad es que no me atrevía a contarle la oscura y excitante fantasía que se estaba comenzando a formar en mi cabecita loquita. Era demasiado arriesgado, demasiado... tabú. Pero, y si a ella le gustaba? 🤔 No, ya va, esa es otra fantasía 😂.
Mi amiga puso los ojos en blanco. "Justo te estaba diciendo que siempre te la pasas en otra galaxia, perdida en tus pensamientos por estos días. Cuéntame ¿Qué está pasando por esa cabecita loquita tuya?" Tomó un sorbo de su café, mirándome con ojos inquisidores por encima del borde de su taza.
Yo trataba de zafarme de la situación. "Nada amiga, ya sabes como soy." respondí, con un ligero rubor subiendo por mi cuello. La verdad es que no me atrevía a contarle la oscura y excitante fantasía que se estaba comenzando a formar en mi cabecita loquita. Era demasiado arriesgado, demasiado... tabú. Pero, y si a ella le gustaba? 🤔 No, ya va, esa es otra fantasía 😂.
La van (o furgoneta ¿como le dicen ustedes? 🤔😁) que se acababa de aparcar afuera había despertado algo muy dentro de mí, una fantasía que había estado revoloteando por mi mente durante mucho tiempo: estar atada y amordazada en la parte trasera de una van. La idea de dejarme llevar a un mundo de peligro y deseo era demasiado tentadora.
Sí, ya sé que es una fantasía muy loca, y hasta peligrosa si lo piensan bien, pero si ya he hecho otras cosas locas, como estar atada y amordazada en el maletero de un coche, pues esto es solo un poquito más arriesgado (Ok, no un poquito, pero bueno, es solo una fantasía, por ahora.)
Respiré hondo y traté de mantenerme en el momento presente. El aroma de las galletas recién horneadas flotaba en el mostrador, mezclado con el amargo aroma de los granos de café. Me concentré en el calor de mi propia taza. Tenía que deshacerme de la ensoñación antes de que me consumiera por completo, cosa que yo sí sabía que era posible.
Como mi amiga no me quitaba los ojos de encima, escudriñando cada detalle en mi, yo le dije "Solo que ando pensando en cosas del trabajo, ya sabes", le mentí mientras tomaba un sorbo de mi propio café. Era una mentira que me salía fácilmente y que ya había utilizado muchas veces para escabullirme de situación parecidas.
Mi amiga parecía escéptica, pero no insistió. Ella sabía que mi trabajo era exigente y ella siempre estaba dispuesta a escuchar. Pero no conocía mi otra faceta, la que ansiaba el subidón de adrenalina, la emoción de lo desconocido. No conocía el cajón secreto de mi dormitorio, lleno de lencería de encaje, cuerdas y mordazas.
Mientras charlábamos sobre el trabajo y nuestras rutinas habituales, mi mente volvía una y otra vez a la van. Pensar en aquellos hombres fuertes y misteriosos susurrando sobre mi destino me aceleraba el pulso. Imaginaba sus manos ásperas, las cuerdas apretadas clavándose en mis muñecas y tobillos, la sensación de estar amordazada con una tela gruesa que amortiguaba mis gritos pidiendo auxilio. Se me aceleró el corazón y sentí que me invadía un calor que nada tenía que ver con el ambiente acogedor del café.
En serio que hice todo lo posible por sacar esas ideas de mi cabeza y concentrarme en la conversación con mi amiga, pero mi mente no dejaba de fantasear con la van, o la furgoneta, o como sea que llamen ustedes a ese vehículo. La idea de ser reclamada, dominada y retenida contra mi voluntad (bueno, tanto así no, pero ustedes entienden 😏), vestida con mi atuendo más seductor, era un cóctel embriagador de miedo y deseo.
Hasta podía imaginar vívidamente la conversación en la van. Sus voces roncas, la sensación de indefensión cuando me atan con muchas cuerdas, sujetando mis manos y piernas a los seguros en el piso de la van, haciendo imposible cualquier movimiento. Me meten la mordaza en la boca, impidiendo que proteste. Hablan en voz baja, planean mi destino, sus ojos brillan de excitación al pensar en el poder que tienen sobre mí.
Mientras finjo interesarme por mi amiga, que me habla de su novio, me imagino luchando contra mis ataduras, los ojos desorbitados por el miedo y la expectación cuando las puertas de la van se cierran de golpe, dejándome en completa oscuridad. El motor ruge y siento como el vehículo avanza a trompicones, alejándome de la seguridad de la cafetería y adentrándome en lo desconocido.
Sin querer, suelto un gemido (un gemido!!!) y mi amiga me mira como si estuviera loca. "Ok, ya dime en qué estás pensando", me dice con una sonrisa traviesa. Tomo otro sorbo de café, intentando serenarme. "No es nada, de verdad. Ahora cuéntame qué hiciste con tu novio", volví a decir intentando sutilmente cambiar de tema, esperando que mis mejillas no estuvieran demasiado sonrojadas mientras veía la van alejarse entre el tráfico de la ciudad.
Mi amiga, para nada convencida, empezó a contarme la historia de su viaje de fin de semana a la playa y su voz me inundó como una suave ola mientras la van se hacía más y más pequeña en la distancia. Apenas percibí sus palabras cuando me imaginé la van aparcada en un callejón desierto, la puerta deslizándose para abrirse y a mí sacándome de allí, con el cuerpo fuertemente atado y mis protestas ahogadas por mi mordaza, resonando en las paredes de ladrillo. La realidad del café se desvanecía a medida que la fantasía se hacía más intensa.
"Tengo que ir al baño, ahora vuelvo". Murmuré la excusa a mi amiga, con el corazón acelerado mientras empujaba la silla hacia atrás. Ya no podía quedarme quieta, la necesidad de estar a solas con mis pensamientos me abrumaba. Cerré la puerta del baño tras de mí y me apoyé en las frías baldosas, respirando hondo para calmar mi acelerado corazón. Sentía un hormigueo en el cuerpo, la emoción de la fantasía seguía palpitando en mí.
«Vale, ya basta», me dije a mi misma. Cuando regresé a la mesa tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para mantenerme en la realidad y no seguir divagando en mis locas fantasías. Mi amiga seguía hablando, ajena a la agitación de mi cabeza. "En fin", continuó, “pasamos el fin de semana más increíble, y nunca me he sentido más unida a él”.
Asentí con la cabeza, sonriendo débilmente mientras escuchaba la historia de mi amiga. Nuestra conversación no duró mucho más. Por pura casualidad, en ese momento recibí un mensaje de mi esposo diciendo que estaba en un atasco. "Apúrate", le escribí como respueta. Esto me dio la excusa perfecta para marcharme. "Ay amiga, tengo que irme", dije levantándome. "Mi esposo está atascado en el tráfico y debo volver a casa".
"Que mal. Ni modo, seguimos la conversación en otra ocasión", dijo mi amiga, con los ojos un poco confusos por mi repentino cambio de humor. "Llámame más tarde, ¿vale?".
"Claro", murmuré, con los pensamientos aún enredados en la telaraña de mi fantasía. Recogí mis cosas y me dirigí a la puerta, con la mente a mil por hora. El camino a casa fue borroso mientras las imágenes de mi fantasía se repetían en mi mente, cada vez más vívida que la anterior. El tacto de las cuerdas, el sonido de la mordaza, la forma en que mi cuerpo se arqueaba en señal de protesta... Todo era tan real, tan visceral.
Sí, ya sé que es una fantasía muy loca, y hasta peligrosa si lo piensan bien, pero si ya he hecho otras cosas locas, como estar atada y amordazada en el maletero de un coche, pues esto es solo un poquito más arriesgado (Ok, no un poquito, pero bueno, es solo una fantasía, por ahora.)
Respiré hondo y traté de mantenerme en el momento presente. El aroma de las galletas recién horneadas flotaba en el mostrador, mezclado con el amargo aroma de los granos de café. Me concentré en el calor de mi propia taza. Tenía que deshacerme de la ensoñación antes de que me consumiera por completo, cosa que yo sí sabía que era posible.
Como mi amiga no me quitaba los ojos de encima, escudriñando cada detalle en mi, yo le dije "Solo que ando pensando en cosas del trabajo, ya sabes", le mentí mientras tomaba un sorbo de mi propio café. Era una mentira que me salía fácilmente y que ya había utilizado muchas veces para escabullirme de situación parecidas.
Mi amiga parecía escéptica, pero no insistió. Ella sabía que mi trabajo era exigente y ella siempre estaba dispuesta a escuchar. Pero no conocía mi otra faceta, la que ansiaba el subidón de adrenalina, la emoción de lo desconocido. No conocía el cajón secreto de mi dormitorio, lleno de lencería de encaje, cuerdas y mordazas.
Mientras charlábamos sobre el trabajo y nuestras rutinas habituales, mi mente volvía una y otra vez a la van. Pensar en aquellos hombres fuertes y misteriosos susurrando sobre mi destino me aceleraba el pulso. Imaginaba sus manos ásperas, las cuerdas apretadas clavándose en mis muñecas y tobillos, la sensación de estar amordazada con una tela gruesa que amortiguaba mis gritos pidiendo auxilio. Se me aceleró el corazón y sentí que me invadía un calor que nada tenía que ver con el ambiente acogedor del café.
En serio que hice todo lo posible por sacar esas ideas de mi cabeza y concentrarme en la conversación con mi amiga, pero mi mente no dejaba de fantasear con la van, o la furgoneta, o como sea que llamen ustedes a ese vehículo. La idea de ser reclamada, dominada y retenida contra mi voluntad (bueno, tanto así no, pero ustedes entienden 😏), vestida con mi atuendo más seductor, era un cóctel embriagador de miedo y deseo.
Hasta podía imaginar vívidamente la conversación en la van. Sus voces roncas, la sensación de indefensión cuando me atan con muchas cuerdas, sujetando mis manos y piernas a los seguros en el piso de la van, haciendo imposible cualquier movimiento. Me meten la mordaza en la boca, impidiendo que proteste. Hablan en voz baja, planean mi destino, sus ojos brillan de excitación al pensar en el poder que tienen sobre mí.
Mientras finjo interesarme por mi amiga, que me habla de su novio, me imagino luchando contra mis ataduras, los ojos desorbitados por el miedo y la expectación cuando las puertas de la van se cierran de golpe, dejándome en completa oscuridad. El motor ruge y siento como el vehículo avanza a trompicones, alejándome de la seguridad de la cafetería y adentrándome en lo desconocido.
Sin querer, suelto un gemido (un gemido!!!) y mi amiga me mira como si estuviera loca. "Ok, ya dime en qué estás pensando", me dice con una sonrisa traviesa. Tomo otro sorbo de café, intentando serenarme. "No es nada, de verdad. Ahora cuéntame qué hiciste con tu novio", volví a decir intentando sutilmente cambiar de tema, esperando que mis mejillas no estuvieran demasiado sonrojadas mientras veía la van alejarse entre el tráfico de la ciudad.
Mi amiga, para nada convencida, empezó a contarme la historia de su viaje de fin de semana a la playa y su voz me inundó como una suave ola mientras la van se hacía más y más pequeña en la distancia. Apenas percibí sus palabras cuando me imaginé la van aparcada en un callejón desierto, la puerta deslizándose para abrirse y a mí sacándome de allí, con el cuerpo fuertemente atado y mis protestas ahogadas por mi mordaza, resonando en las paredes de ladrillo. La realidad del café se desvanecía a medida que la fantasía se hacía más intensa.
"Tengo que ir al baño, ahora vuelvo". Murmuré la excusa a mi amiga, con el corazón acelerado mientras empujaba la silla hacia atrás. Ya no podía quedarme quieta, la necesidad de estar a solas con mis pensamientos me abrumaba. Cerré la puerta del baño tras de mí y me apoyé en las frías baldosas, respirando hondo para calmar mi acelerado corazón. Sentía un hormigueo en el cuerpo, la emoción de la fantasía seguía palpitando en mí.
«Vale, ya basta», me dije a mi misma. Cuando regresé a la mesa tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para mantenerme en la realidad y no seguir divagando en mis locas fantasías. Mi amiga seguía hablando, ajena a la agitación de mi cabeza. "En fin", continuó, “pasamos el fin de semana más increíble, y nunca me he sentido más unida a él”.
Asentí con la cabeza, sonriendo débilmente mientras escuchaba la historia de mi amiga. Nuestra conversación no duró mucho más. Por pura casualidad, en ese momento recibí un mensaje de mi esposo diciendo que estaba en un atasco. "Apúrate", le escribí como respueta. Esto me dio la excusa perfecta para marcharme. "Ay amiga, tengo que irme", dije levantándome. "Mi esposo está atascado en el tráfico y debo volver a casa".
"Que mal. Ni modo, seguimos la conversación en otra ocasión", dijo mi amiga, con los ojos un poco confusos por mi repentino cambio de humor. "Llámame más tarde, ¿vale?".
"Claro", murmuré, con los pensamientos aún enredados en la telaraña de mi fantasía. Recogí mis cosas y me dirigí a la puerta, con la mente a mil por hora. El camino a casa fue borroso mientras las imágenes de mi fantasía se repetían en mi mente, cada vez más vívida que la anterior. El tacto de las cuerdas, el sonido de la mordaza, la forma en que mi cuerpo se arqueaba en señal de protesta... Todo era tan real, tan visceral.
Cuando llegué a la puerta de mi casa, prácticamente temblaba de expectación.
Mi esposo aún no había llegado. Me dirigí directamente al dormitorio, al closet donde guardaba mi lencería de encaje, mis media y, bueno sí, mis cuerdas y mordazas también.
Mi esposo aún no había llegado. Me dirigí directamente al dormitorio, al closet donde guardaba mi lencería de encaje, mis media y, bueno sí, mis cuerdas y mordazas también.
Cuando mi esposo llegó a la casa yo lo estaba esperando, vestida con mi lencería más seductora y con unas cuerdas en la mano. "¿Porqué tardaste tanto?" le increpé. Recuerdo que él me miro, sonrió y no pregunto absolutamente nada, solo me siguió hasta el dormitorio. Lo que pasó después si que calmó mi mente, aunque la verdad eso no duró mucho.
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