Barrio rojo de Ámsterdam
Aquel que haya tenido la fortuna de visitar el barrio rojo de Ámsterdam tal vez esté de acuerdo conmigo en que este es un lugar a donde llegas movido por puro morbo pero que terminas apreciándolo por muchas otras cosas.
Yo he tenido la suerte de poder viajar mucho, ya sea por cuestiones laborales o solo por placer y uno de esos países que he visitado varias veces a sido Los Países Bajos. Algunas cosas que leí por estos días en Internet me hicieron recordar mi primer viaje a este destino de Ámsterdam tan popular y que tiene esa fama de ser ese sitio donde puedes hacer lo que sea sin que nadie te juzgue por ello (claro, siempre y cuando no perjudiques a nadie).
Debo confesar que la primera vez que fui a Ámsterdam yo era un niña muy inocente (sí, ríanse, pero lo digo en serio 😊). Después de todo lo que vi en aquel viaje quedé traumatizada. Esa fue una real sobrecarga de información. Hasta ese año duró la inocencia jajaja.
El barrio rojo de Ámsterdam no es el único que existe en Los Países Bajos, también los hay en otras ciudades como Róterdam. No los he visitado pero me contaron que están ahí. A mi solo me llevaron al más famoso que es el de Ámsterdam.
Y digo me llevaron porque en realidad yo no quería ir para allá. Yo quería aprovechar mi primer paseo por Ámsterdam para ir a visitar los museos, sobre todo al de Van Gogh. Sí, ya se, buuuu!!!, que aburrida, pero a mi me encanta visitar museos. Que les puedo decir.
Y lo peor de todo es que Ámsterdam esta plagada de museos y ese día no pude ver ni uno solito. Ni siquiera la casa de Rembrandt que estaba ahí cerquita, casi que al ladito del barrio rojo. Ni modo, tuve que dejar mi visita a los museos para un viaje posterior.
Yo era la única mujer en ese grupo de algo más de 10 personas. El evento al que me habían enviado ya había concluido y todas las demás personas habían regresado ya a sus respectivos países. La mayoría de los que quedábamos éramos de américa latina, salvo un señor de Kuwait que no recuerdo porque se quedó ni porqué andaba con el grupo en el barrio rojo (yo pensaba que este tipo de cosas no era algo que le llamase la atención a un persona que viviese en un país de religión musulmana). Lo que sí recuerdo de este señor es una historia muy divertida que se las contaré en otra oportunidad.
Pero bueno, como vi que tenía la batalla de los museos perdida me deje convencer por el grupo para que los acompañara a ver las vitrinas. Sí, vitrinas, donde la mercancía exhibida eran prostitutas. No lo se con certeza pero no creo equivocarme si les digo que ahí podían (y creo que aun pueden) encontrar como satisfacer casi cualquier gusto, aberración o fetiche sexual que ustedes conozcan (y seguramente los que no conozcan desgraciadamente también los podrán encontrar aquí 😬). Entre gustos y colores...
Todos los chicos estaban entusiasmados (por decirlo de una manera educada) por ver las vitrinas. Yo ya sabía lo que iba a encontrar en este barrio pero lo que no sabía es que la zona era tan bonita. Pensaba encontrarme con un ambiente más sórdido pero terminé disfrutando de una zona turística llena de vida y luces. Mucho más segura de lo que había pensado pero aun así andaba como un ventilador, algo neurótica y pendiente de todas las personas, sobre todo en los callejones. Menos mal que tenía mis guardaespaldas que me cuidaban 😊.
Si piensan que se van a conseguir a la chica 90-60-revienta en estas vitrinas, pues déjenme bajarlos de esa nube. Tampoco es que sean feítas y sí que hay algunas muy bonitas (las puedes ver si estás en la zona tarde en la noche) pero buena parte de las chicas que allí se encuentran están lejos de la perfección: celulitis y rollitos (...rollos y rollotes también jajaja). Ok, está bien, ustedes no se fijan en esos detalles...pero yo sí, no lo puedo evitar 😁.
Todas las vitrinas tienen luces rojas tirando a rosadas (de ahí el nombre del barrio). Las chicas posan muy sugestivas en sus vitrinas. Te sonríen y te invitan a acompañarlas a sus cabinas. Las vitrinas en realidad son la puerta para entrar a esas cabinas donde se encuentran. Una vez que un cliente negocia y acepta el pago por el servicio requerido, entra en la cabina y la chica corre una cortina. Es la señal de que esa vitrina esta ocupada.
Una cosa importantísima que deben tener presente sobre el barrio rojo de Ámsterdam: no se les ocurra intentar tomarles una foto a las chicas en las vitrinas. Es más ni siquiera saquen las cámaras. Me imagino que si las sacas a escondidas, hechos los locos, sin que se den cuenta, desde el otro lado de la calle, y cosas así no debería haber problemas. Pero si te paras con tu cámara cual reportero en frente de las prostitutas puedes pasar un mal rato. Se puede poner muy feo. Y yo lo aprendí de primera mano. Les cuento.
Uno de los hombres del grupo parece que le gustó mucho una prostituta en particular y se le ocurrió la muy brillante idea de tomarle una foto para inmortalizar el momento. Tomen en cuenta que les estoy hablando de hace muchos años atrás, Steve Jobs todavía ni había soñado aun con el primer IPhone. Así que este señor se puso detrás mío y sacó su cámara, pero no cualquier cámara. Sacó algo que era más grande que las armas de los stormtrooper de la Guerra de las Galaxias. Cuando la prostituta lo vio, salió de su vitrina como plancha de chino y empezó a insultar al pobre hombre y este no hallaba donde esconderse. Hubiese sido algo gracioso si al rato no hubiese comenzado a insultarme a mi también. Me tomó por sorpresa y pensé que me iban a caer a golpes ahí mismo. Así que hice lo único que podía hacer en ese momento: me puse del lado de la prostituta y comencé también a regañar al hombre de la cámara.
Al rato la chica se calmó y yo me lo llevé a empujones del sitio. Luego me disculpé con él y le dije que no se le ocurriera de nuevo estarle sacando fotos a las mujeres de las vitrinas. Que yo no lo iba a rescatar otra vez.
En esta parte de Ámsterdam encontré una cosa que jamás se me hubiera ocurrido encontrar ahí: una iglesia. No una capillita ni nada por el estilo. Lo que tenían ahí era una tremenda iglesia. De hecho me enteré que esa iglesia es el edificio más antiguo de Ámsterdam. Me parecía algo loco que a alguien se le hubiera ocurrido hacer una iglesia en un sitio como este pero yo luego pensé que la iglesia a lo mejor llegó primero que sus vecinas más alegres. Lo cierto es que, si lo piensas con detenimiento, sí que tiene bastante sentido el tener una iglesia aquí; tienes que poner tu negocio donde están tus clientes. Y que mejor sitio para una iglesia que un lugar lleno de almas pecaminosas.
A parte de las vitrinas, otra cosa que puedes conseguir por todos lados en esa zona son tiendas, museos y locales que ofrecen cualquier cosa relacionada con el sexo (obviamente). Yo la verdad solo tenía ojos para todo aquello que tuviera que ver con ataduras (ya estaba allí, tenía que aprovechar!!! 😂). Claro, lo trataba de disimular lo mejor posible pero creo que las personas que trabajan en esos locales sí que tienen el ojo bien calibrado para saber que le gusta a cada quien. Para ellos seguramente yo tenía tatuado en la frente "Átenme". Pero creo que ya tienen suficiente de Ámsterdam. Tengo más recuerdos de esa noche pero este post se está poniendo muy largo así que mejor se los cuento en una próxima oportunidad.
Lo que sí les puedo decir para concluir es que sin haberlo planeado así, me divertí muchísimo esa noche en Ámsterdam.
Hola! Es la primera vez que visito tu blog. Llegué desde el foro.
ResponderBorrarEstá muy interesante la experiencia! Y que miedo pensar que pudo haber muchos problemas por aquello de la foto.
Seguiré leyendo, saludos!
-esclavodelaira-
Bienvenido y gracias por leer mi blog. Espero que sea de tu agrado.
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